Historias que no se cuentan,
palabras vestidas de sobriedad.
Finales con puntos suspensivos,
lleno de susurro enmudecidos.
El amor cambiando de piel,
ensordecido ante el eco del ayer.
En un cielo inmenso
donde las corrientes confabularon
para romper las alas de una ilusión.
Un vuelo sesgado por las espinas,
que se opaca ante la bruma del horizonte
formado por un silencio opresor y ciego.
Quebrado y silente pecho abierto en sendero,
con el corazón expuesto a la luz del sol.
Secando el bramido de una voz rota,
marchitando el sueño de cada lágrima rota.
Historias sin contar,
con los dedos entumecidos,
no de frío, sino por frialdad.
Con rumbo perdido,
a la deriva sin brújula.
Cómo marioneta,
como zombie,
con una risa gutural,
que resguardan su oscuridad.
Estando vivo sintiéndose muerto.