La habitación ardía,
llenándose del aroma
que nuestros cuerpos proclaman.
Besos acordonados en los labios,
hechos miel y fuego
entre tu piel y la mía.
Mis dedos por tus poros,
en la dureza de tus senos.
Mis labios por tu cuello,
instigando tu deseo.
Tomas mi cabello,
con la fuerza de tu dominio,
me guías entre tus pilares,
hacia tu manantial bendito.
Tus dedos acarician mi espalda,
la rasgan con intensidad.
El sabor salino perlando la piel
mientrás los gemidos
hacen eco en nuestros oídos,
encendiendo aún más el choque
de mi tormenta entre tus ricos.
A capela los grititos de ésta melodía,
acompañando la frenética copula
en la que danza nuestra pasión.
El roce de los sexos en armonía,
el sonido de las caricias en los labios,
el aroma fusionado en cada acogida .
Así, fuerte e intenso, con el desbocado instinto salvaje que nos consume ...
La habitación ardía.
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