
Imagina la situación que te encuentras con tu hij@ discutiendo en tu casa por subir una fotografía de ellos a redes sociales, después de que la joven de 14 años llamara la atención a su madre por subir a las redes sociales. Lo importante, más allá de quién tenga razón, es que el asunto ha generado una discusión acerca de dónde se deberían situar los límites sobre la información que los padres comparten de sus hijos en las redes. Todos cometemos este error en alguna ocasión y me incluyo.
A menudo pensamos de manera errónea que a los jóvenes o los niños no les importa su privacidad, creencia alimentada por campañas publicitarias que dan por hecho que comparten su vida personal en exceso o que no entienden a qué se exponen. Pero quizá los padres tengan que preocuparse menos de lo que creen, dado que los jóvenes tienden a manejar la privacidad de manera responsable. De hecho, deberían ser los padres, y no sus hijos, quienes tuvieran más cuidado con su actividad en línea. Pero esta aseveración no quita la culpa de la irresponsabilidad también de los jóvenes y niños. Que dando la vuelta los padres continúan teniendo la culpa.
Las redes sociales están diseñadas para promover la participación de los usuarios. Resulta casi imposible escapar de ellas, ya que la desconexión puede conducir a la exclusión social, por lo que nuestras vidas están cada vez más expuestas.
Hemos llegado a un punto en el que incluso los colegios cuelgan datos de los niños. La idea del uso del reconocimiento facial es ampliamente aceptada para proteger a los jóvenes, así como para llevar a cabo un seguimiento de sus progresos o mejorar su experiencia como estudiantes, pero lo cierto es que, cada vez más se almacena la información disponible en línea sin un consentimiento previo. Esto puede ser contraproducente en malas manos.
No es justo señalar a niños y jóvenes por compartir su vida en exceso. El rol de los padres tiene mucho peso en la ingente cantidad de datos recopilados durante la infancia de los individuos, y la sociedad digital al completo está diseñada para obtener el consentimiento y fomentar la participación. En estos términos, los jóvenes (y otros grupos marginales) no suelen tener otra opción que entrar en la rueda del #EfectoDigital.
En contexto las instituciones se hacen con los datos sobre los jóvenes que los propios padres comparten, no debería sorprender a nadie que los niños estén realmente preocupados por su privacidad, a pesar que sus inquietudes son diferentes.
Mientras que los adultos tratan de que su información no sea robada por empresas, gobiernos, hackers o acosadores, las prevenciones de niños y adolescentes van en una dirección diferente sobre sus datos.
Los jóvenes en especial intentan mantener sus publicaciones fuera del alcance de sus profesores y de los miembros de su familia. Los más pequeños, además, están innovando para conseguir acceder a los tipos de privacidad específicos que quieren.
En general, los jóvenes y niños tienen habilidad para la gestión de múltiples identidades y para camuflar sus comunicaciones. Todos tenemos diferentes versiones de nosotros mismos que mostramos a los demás. No actuamos de la misma manera en el trabajo, en casa o con los amigos. Sin embargo, la tecnología va más allá y permite a los usuarios opacar sus actividades con cuentas falsas y con significados ocultos, no se espanten por mis comentarios. Muchos jóvenes tienen perfiles paralelos en las redes y demuestran con estas prácticas su capacidad de adaptación e innovación en el uso de las tecnologías.

Las empresas intentan hacer ver que los datos son el nuevo modelo de negocio, es decir, un producto que puede ser comercializado. Sin embargo, este modelo pierde su razón de ser cuando entran en escena los grupos con menos poder en la sociedad, formados por jóvenes y también por otros colectivos marginados por motivos étnicos, de edad o de sexualidad. En su lugar, deberíamos valorar la información personal como sinónimo de identidad. El consentimiento para recabarla debería ser fundamental, así como las violaciones de datos deberían ser consideradas un tipo de robo de identidad. En México podemos echar un ojo en la Ley Federal de Protección de Datos Personales. Si hablamos de la privacidad en estos términos, nuestr@s hij@s tendría todo el derecho a criticar la publicación hecha por sus padres.
Aunque lentamente, la legislación está empezando a apoyar esta línea de pensamiento. La antes mencionada Ley Federal de Protección de Datos Personales, por ejemplo, apunta en una dirección en la que el usuario tendría el control sobre cómo y cuándo son recopilados y utilizados sus datos personal. Es decir, el consentimiento volvería a estar en sus manos.
Pero ¿Qué ocurre cuando son los padres quienes arrasan con la privacidad de los niños? Nada más fácil, ya que mucha gente tiene predilección por compartir fotos de sus hijos con la familia y los amigos. Sea como fuere, es importante ilustrar a los más pequeños sobre las actividades en línea, los datos y la privacidad. Para reforzar estas enseñanzas, los padres deberían predicar con el ejemplo.
Al querer presumir de nuestros hijos, no deberíamos contribuir a un sistema que normaliza la vigilancia y la ausencia de privacidad. Bastante tendrán de eso cuando crezcan. Los padres no deberíamos dar la impresión de que incluso los más cercanos podrían explotar los datos o la identidad de los niños, ya que lo único que se consigue es que los jóvenes se vean a sí mismos como mera mercancía que puede ser comprada y vendida en línea como parte de una inmensa serie de datos. Al contrario: como progenitores deberíamos proporcionarles las herramientas necesarias para protegerse a sí mismos.
Es por esto que les propongo las siguientes medidas a adaptar:
Nunca es pronto para empezar. Los padres primerizos deberían pensar seriamente acerca de cuánto quieren compartir sobre sus hijos en las redes. Esto no quiere decir que deban mantener todo dentro de la esfera privada, sino que deberían sentarse a discutirlo y llegar a acuerdos sobre lo que está bien y lo que no, cuándo y con quién compartir lo que deseen y comunicar estas decisiones a los miembros de su familia y a cualquiera que pueda, sin darse cuenta, “filtrar” imágenes a un público más amplio.
Tampoco es pronto para educar en ningún caso. Últimamente he empezado a preguntarle a mi hijo si podía compartir imágenes en las que salía él con la familia o mis amigos. Y sí, también le he preguntado si le parecía bien que le mencionara en este artículo. Cada granito de arena cuenta.
En un artículo que encontre en Children’s Commissioner de Reino Unido ha publicado 10 consejos para minimizar la huella digital de los niños, entre los que se incluyen evitar las publicaciones que revelen de alguna manera su fecha de nacimiento o su ubicación y dirigirse a organizaciones dedicadas al estudio de la recopilación de datos para conocer cómo y por qué las empresas llevan a cabo esta práctica.
La lista de consejos para minimizar la #huellaDigital es la siguiente:
Para los adolescentes y niños:
Detente y piensa cuando estés a punto de compartir información personal. Pregúntate a ti mismo, ¿Necesito compartir esto? Si no puede hacer lo que quiere (por ejemplo, jugar un juego) sin revelar esta información, pregúntate: ¿Vale la pena? A veces lo es, pero muchas veces no.
Lea artículos digitales, por ejemplo los vLog y vForo de Imagen Reactiva si pasa mucho tiempo en línea y en las redes sociales, para ayudarlo a pensar en otras maneras en que puede dedicar su tiempo: conectarse, ser activo, ser creativo, compartir con los demás y ser consciente.
Revisa los términos y condiciones para comprender qué datos se recopilan cuando utiliza redes sociales, sitios web y gadgets.
Silencia los altavoces inteligentes cuando no quieras que te escuchen.
Hable con un adulto de confianza si te preocupa que otra persona sepa algo sobre ti o si deseas obtener más información sobre sus derechos de datos.
Para los padres:
No publique fotos y videos que revelen información personal sobre tus hijos en línea. A veces no es obvio, por ejemplo, etiquetar a un niño en casa en su cumpleaños revela su fecha de nacimiento y su domicilio.
Cambia las contraseñas predeterminadas en todos los dispositivos que usan tus hijos, ya sea un altavoz inteligente, un juguete conectado a Internet o un reloj de seguimiento de ubicación.
Asegúrate de que los gadgets que compres a tus hijos sean genuinos. Las versiones falsificadas pueden ser menos seguras que las originales.
Ten cuidado con las actualizaciones de seguridad e instálalas tan pronto como se te solicite.
Habla con las organizaciones que tienen información sobre tu hijo que recopilan y por qué, incluidas las escuelas, los servicios en línea y los planes de fidelización de minoristas.
Es importante hablar a nuestros hijos del consentimiento en todos los ámbitos de la vida, por lo que la privacidad en las redes no debería ser una excepción.
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